lunes, 29 de septiembre de 2008

ESCARAMUZA AL PIE DE LA ALHAMBRA








“En medio de dos hermosos ríos llamados el uno Genil y el otro Darro, los cuales ríos no nacen de fuentes, sino de derretidas deshechas nieves que hay todo el año en la Sierra Nevada”, ubica Ginés Pérez de Hita la ciudad de Granada en su novela famosa sobre las Guerras Civiles de los Moros, divulgada pronto por el mundo conocido (más de sesenta ediciones en solo un siglo), motivo y causa de la Granada romántica de poetas, escritores y dibujantes de posteriores tiempos. Naturalmente, en el Darro se coge oro fino y de Genil, plata fina, “ y no es fábula, que yo, el autor de esta relación, lo he visto coger...”, dirá enfático.
Se trata de una novela de caballerías, tan de su tiempo, que por fortuna el murciano o veleño, escudero del marqués de los Vélez, conocedor del árabe y soldado en las Alpujarras, nos dejó escrita, convertida hoy en una de las joyas de la “Arabia Antiquities of Spain”, con los grabados del arqueólogo británico James Cabanah Murphy y otros.
En la obra que comentamos, “Las Guerras Civiles de Granada”, capítulos III y IV, Pérez de Hita nos relata, con profusión de colores y detalles, la pelea, más que simple escaramuza, que mantuvieron el noble Muza, hermano del Rey Chico, con el Maestre de Calatrava, don Rodrigo Téllez Girón, cuadro que más parece tapiz por la composición de sus puntadas y belleza oriental. Teniendo noticias, por sus habituales correrías por la Vega, de las fiestas que se hacían en Granada por la coronación del rey Boabdil, señor del Albaicín, en detrimento de su augusto padre el rey Muley Hacen, señor de la Alhambra, (que tanto enriqueciera el colosal monumento), solicitó don Rodrigo Téllez del recién coronado rey nazarita permiso para participar en las reales fiestas en su honor, haciendo escaramuza con alguno o algunos caballeros de los de su corte. Gustó al rey de Granada el desafío y gesto del castellano, noticia recibida con gozo en el Generalife donde el monarca se solazaba con sus amigos cortesanos, conviniendo todos enseguida que este sería festejo principal, sorteándose a quien correspondería primero el honor de pelear con el valiente y osado castellano, tocándole la suerte al noble Muza, hermano del rey, gentil y valeroso caballero.
Días de esplendor, según las crónicas, fueron aquellos en la ciudad festiva, con juegos, músicas y versos, torneos y bailes donde competían los más antiguos y claros linajes del reino, jóvenes valientes, que culminaría con la escaramuza anunciada de los dos contrarios combatientes.







Importante, antes de la pelea, por su esplendor y belleza cortesana, es detenernos, como hace nuestro cronista con su viva imaginación, (y encaja en la hermosura del paisaje y del monumento) describir los trajes y vestidos, joyas y elegancia de aquella corte luminosa y decadente, actores de un tapiz romántico, teatro grandioso y fantástico para los muchos lectores de la obra de Ginés Pérez de Hita y los muchos viajeros que, atraídos por su relato, visitarían la ciudad con ojos cargados de fantasía oriental, paraíso inventado, si no soñado, por el murciano, hombre levantino. Llama la atención el rico y vistoso desfile de caballeros y damas granadinos que aparecen en la novela, cuadro de brillantes colores, los hermosos trajes de los protagonistas, en consonancia con la belleza y esplendor de la Alhambra que aparece coronando la Vega, balcón desde donde la realeza femenina de Granada sería testigo de batallas y del torneo medieval.


Contemplemos el regio desfile:
Primero, el Rey: “Se puso aquel día muy galán, conforme a su persona real convenía. Llevaba una marlota de tela de oro tan rica que no tenía precio, con tantas perlas y piedras de valor que muy pocos reyes las pudieran tener tales. Mandó el rey saliesen doscientos caballeros aderezados de guerra, para seguridad de su hermano Muza”, todos muy ricamente vestidos, que no hubo caballero que no vistiera seda y brocado... El Rey salió por la puerta de Bibalmazán, .llevando a su hermano Muza al lado y todos los caballeros con él. Todos los caballeros llevaban adargas blancas, lanzas y pendoncillos... Por capitán de ellos, Mamad Alabez, valiente y leal caballero...


La Reina: “Lucía marlota de brocado de tres altos “con tantas y tan ricas labores, que no tenía precio su valor, porque la pedrería que por ella tenía sembrada, era mucha y rica. Tenía un tocado extremadamente rico y encima de la frente hecha una rosa encarnada por maravilloso arte y en medio engastado un carbunclo que valía una ciudad. Cada vez que la Reina meneaba la cabeza a alguna parte, daba de si aquel carbunclo tanto resplandor, que a cualquiera que lo miraba privaba de vista”.


El valiente Muza: “Pues el alba aun no era bien rompida, cuando el buen Muza ya estaba de todo punto muy bien aderezado para salir al campo.” Llevaba el moro su cuerpo bien guarnecido, sobre un jubón de armar una muy fina y delgada cota, que llaman jacarina, y sobre ella una muy fina coraza, toda forrada en terciopelo verde, y encima una rica marlota del mismo terciopelo, muy labrada en oro, bordada de muchas DD de oro, hechas en arábigo, letras iniciales del nombre de Daraxa, su amada. El bonete era del mismo color, verde con ramas labradas de mucho oro, con las mismas iniciales dichas. Llevaba una muy fina adarga fabricada en Fez y un listón por ella atravesado verde, en medio de una cifra galana, que era la mano de una doncella, que apretaba en el puño un corazón del que salían gotas de sangre, donde se leía: “Más merece”.


“El Maestre, así que lo vio venir, luego coligió que aquel caballero era Muza, con quien había de hacer batalla...”
El Maestre: “Iba muy bien armado, y sobre las armas, una ropa de terciopelo azul muy ricamente labrada y recamada de oro. Su escudo era verde y el campo blanco, y él puesta una cruz roja, hermosa, la cual señal también llevaba en el pecho. El caballo del maestre era muy bueno, de color rucio rodado. Llevaba el Mestre en la lanza un pendoncillo blanco, y en él la cruz roja como la del escudo, y bajo de la cruz, un lema que decía: “Por ésta y por mi Rey”.
Al verlo llegar, el Rey comentó a los suyos: “No sin causa este caballero tiene gran fama, porque en su talle y buena disposición se muestra el valor de su persona.”



Enseguida mandó el Rey tocar clarines y dulzainas, a las que respondieron las trompetas del Maestre, señal convenida, momento en que los dos valientes caballeros arremetieron sus caballos con grande furia y braveza, dándose grandes encuentros sin que ninguno perdiera la silla. El caballo del Maestre no eran tan ligero como el de Muza que se movía en su entorno con facilidad dándole algunos golpes al Maestre. Pero este, mas avezado y más fuerte, levantándose en los estribos, lanzó con mucha furia su lanza hiriendo el caballo de Muza en la quijada, golpe que acusó el vistoso animal que se puso a dar saltos y corcovos, obligando al jinete a saltar de la silla y, rugiente como un león, se fue hacia el Maestre dispuesto a desjarretarle un golpe mortal. El Maestre, diestro en la pelea, más experimentado, saltó rápido de su caballo, “tan ligero como un ave” y, embrazando su escudo, dejada la lanza, con la espada en la mano se fue para Muza que venía con su cimitarra levantada, dando comienzo a una tremenda lucha cuerpo a cuerpo de manera que pronto se deshicieron armas y escudos... que terminó cuando el Maestre hirió al joven Muza en el muslo y le arrancara el bonete de la cabeza quedando el casco al descubierto...Mal quedó el valiente caballero, lo que no le impidió herir en el brazo al Maestre, lo que acabó por encender su saña y herir con su espada a Muza, que rodó malherido por el suelo...El Maestre, viendo a su contrincante caído y muerto su caballo, clemente y satisfecho, determinó poner fin a la batalla, dar mano de paz a su enemigo y hacer con él amistad de caballeros, cosa que Muza agradeció con gallardía....





¡Ay, Dios, qué buen caballero
el Maestre de Calatrava!,








diría el romancero por los campos y villas de Castilla, memoria de tan famoso lance.

Desde las torres de la Alhambra, asomadas a sus ventanas, contemplaron la Reina y su corte de damas la famosa escaramuza entre caballeros que fuera tan famosa en aquel reino. Fátima, la amada de Muza, ricamente vestida de damasco verde y morado, del color del pendoncillo que llevara Muza, toda la ropa bordada de las MM griegas de su amado, que derramaría lágrimas por su amado herido. La bella Daraxa, que tenía puesto su amor en un caballero abencerraje, y tantas otras que con su alegría y belleza alegraban los patios del hermoso recinto nazarita, la mirada perdida en la espléndida Vega con sus aguas y alamedas donde los caballeros galopaban haciendo ostentación de su destreza, dejando nubecillas de polvo en los caminos...Abajo, la ciudad con sus mezquitas, plazas, gritos y juegos, muros y puertas, jolgorio de fiesta y fuego y pólvoras...
El Rey felicitó al Maestre con toda suerte de cortesías y enseguida dio orden de volver a Granada y a su alto castillo...Entró el regio cortejo por la calle Elvira...

ARCO DE ELVIRA


El Arco de Elvira, con sus restos de muralla, abierta al campo y la nieve. No es ahora la puerta por la que antaño viniera el moro Cegrí con la mala de los cristianos y de Granada. Por aquí, muy cerca, estaba la alameda donde fuera ajusticiada Marianita. Por esta calle entraría también Joan de Dios en busca de los moros vencidos, rescoldo enfermo de la ciudad perdida en fiero lance. La calle se alarga, Molino de la Corteza, Lavadero, Rueda Bolas...Por lo alto, asoman techumbres, azoteas y palomares, las casas viejas del Albaicín, equilibrio de luz y de gracia. Todo parece leyenda. Hasta el cielo pintado con pizarrín de colores. Niños invisibles sueltan sus cometas de llanto. El sol es de tiza, como una postal perdida en manos del viento. San Andrés. La calle se desliza, se quiebra, lo mismo que la rama de un almendro. Flores de ópalo y maceta. Vuelan las avispas en los balcones vacíos, las puertas cerradas a cal y canto. Todo el barrio lleva el peso de la colina, casa sobre casa, muro sobre muro, barandales de Federico. Ultramarinos, comidas, tabernas, portales de muebles antiguos... así, hasta el Corpus Christi, Correo Viejo y la Alcaicería. Plaza de Bibrambla...

Paseaba el rey moro
Por la ciudad de Granada..

BIBRRAMBLA

La Plaza de Bibarrambla entre la calles Catalino (que lleva a las Pasiegas), la de Libreros, Zacatín, Príncipe, Salamanca y Pescadería. En su centro, la fuente de los Gigantes. En este lugar, o próximo, mandó el cardenal Cisneros la quema de la biblioteca musulmana, ante la indignación de las gentes. Dos criados del cardenal murieron en la refriega y él mismo tuvo que refugiarse en el palacio episcopal, de donde lo rescató la tropa del marqués de Tendilla. Nunca perdonarían los granadinos tan lamentable pérdida. Este suceso costaría a la ciudad la expulsión de miles de moros...








EL ÚLTIMO ROMÁNTICO

En 1992 pasaría por Granada quizá uno de sus últimos viajeros románticos, el holandés Cees Nooteboon quien, desde el Generalife, contemplando la ciudad, quizá rememorase los sentimientos del Rey Chico aquel día en que el Maestre de Calatrava venciese en lid de caballeros a su hermano de sangre el joven Muza. Escribió:
“Medita, medita en el Generalife, entre rosas, palmeras y laureles, agua verde oscura con nenúfares flotantes y ranas ocultas, murmullo de surtidores bajo los cipreses, las blancas montañas a lo lejos. Por aquí pasearon Théophilr Gautier y Richard Ford, Washington Irving y Louis Couperus, los pensamientos están dictados por un noble código de felicidad y melancolía, solo escapas a él si estás blindado con plástico....( ) Aún es por la mañana temprano, tengo los jardines del Generalife para mí, estoy solo con los pájaros y los surtidores, las torres rojas, el verde de los árboles que llega hasta el borde mismo de la ciudad allí debajo. La copla tiene razón, ser ciego en Granada debe ser el peor de todos los castigos...”

Granada, ciudad siempre de los dos bandos, como aquella de los cegríes y abencerrajes, caballeros moros, Genil y Darro, Alhambra y Albaicín, rumor de pájaros, cipreses y álamos, nieves perpetuas...



José ASENJO SEDANO




(Ensayo publicado en la revista ENTRERIOS, Granada, 2008. Número especial dedicado a La Alhambra, el Palacio)

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