viernes, 27 de junio de 2008

EL LOCO DE LA MARISMA


Le llamaban el loco, el loco de la marisma. Siempre estaba perdido, con los brazos en cruz, esperando remontarse cualquier día.
-¡Eh, loco!

Y él echaba a correr, perdiéndose como un perro en la maleza.

Hacia el confín, una cresta de nubes. Más allá, el río, las velas de un barco batidas por el viento, que hacía sonar su sirena.

Corrió para ver pasar el barco y oir su silbato. Un barco enmedio de un mar de arena. El Guadalquivir se abría cálido, azulado, tierno como una fruta. Todas las aves se echaban a volar cuando el loco gritaba y daba salto queriendo imitarlas, volar como ellas. Su afán era parecerse a la malvasía, al flamenco o a la espátula. Se metía en las aguas y las espantaba aspeando, a brazadas con la espuma...

-¡Loco!

Levantaba la vista, buscaba entre las dunas y no terminaba de saber quién lo llamaba. La marisma era como una nube en un espejo.

Contando con los dedos, decía que a todo hombre, al nacer, se le mete un pájaro en el pecho.

-Mira,-decía poniéndose la mano en el pecho,- mira como empolla...

Se quedaba unos minutos oyendo los latidos de su corazón.

-Loco, eso que sientes es el corazón...
Se irritaba: ¡No,no,no!
-Es la cría de la golondrina...

Volvía a contar con los dedos.

-Primero somos peces...

-Luego reptiles...

-Después, mamíferos...

-Luego nos hacemos hombres...

-Al morir, nos convertimos en pájaros...

-De pájaros, pasamos a nubes...

-De nubes a candela. Candela es lo último...

-Candela,-repetía, tocándose la tetilla izquierda.

-Loco, ¿qué pájaro tienes tú ahí dentro?

-¿Aquí? Un correlimos. No, un archibebe. ¡Un zarapito!

Subió la marea y se borró la playa fluvial. Deslumbraba el océano, haciendo palpitar las olas en la escollera. Un día rompió en los meandros un buque francés, que está escorado. Se quedó acostado en la arena.






Vino el guarda del coto y se sentó en la sombra de un pino. El loco, sentado a sus pies, jugaba con los cachorros del guarda forestal, revolcándose en la arena. Contó el guarda que hacía años, el rey don Felipe IV cazó novillos en la marisma. El rey le metió al toro una bala en la testuz: la fiera se quedó muerta, con los ojos coralinos. No se le veía la sangre.

El loco se puso de pie y disparó su escopeta invisible.

-¡Pum, pum, pum!

El rey se fue luego tan campante, a caballo, hacíendose aire con su sombrero de plumas...

El loco se puso a trotar en la arena, seguido de los cachorros, que no cesaban de ladrar...

El guarda (que todo lo sabía) contó cómo don Francisco de Goya, pintó aquí a la duquesa de Alba vestida de mariposa...

Lejos se vio de repente el aleteo de un abanico que se abrió y se plegó en la charca. El sol salía rojo sobre un galón de nubes doradas. Volaron avutardas y alcotanes. El loco trató de seguirlas dando gritos, saltando por la arena.
Testuces milenarias emergían de las dunas.


A la noche, los pinos marineros chillaban enloquecidos. Pájaron fantasmas volaban descarnados, sin plumas, negros sobre los arenales. El loco no sabía donde meterse. La tierra era como un gran cementerio de repente vivo, poblado de buques silenciosos, gamos y aves de sueño, de novillos heridos y guardas de mirada oscura y siniestra...

Brillaban las estrellas. Ladró con pena un perro famélico. El loco se cogió al ladrido como a una tabla de salvación. Antes sus ojos desfilaron aquellos reyes, duques y marqueses de los que siempre estaba hablando el guarda de los cachorros y del Land Rover...

-¿Sabe usted una cosa? Solo vuelan los corazones enamorados, los otros, no...

El cielo se fue estirando. Nacía la marisma. Regresaban las zancudas de volar sonrosado. Viajaban millares de ánsares. Se hacía la luz naciendo del río...


El loco fue dejando en la arena un camino de pasos. Se apretaba el pecho. Le brincaba de gozo el pájaro de su corazón. Sentía en su boca una brasa que le enloquecía. Aquel pájaro loco le mordía la lengua con picotazos de tijera...

-Pájaro... Nubes...Candela...

Alguien vino sobre un caballo de rabia armado con un arcabuz de fuego. Le brillaban las espuelas cada vez que las clavaba en la piel del caballo. El bandido se parecía a aquel rey que desjarretó un novillo huyendo por la charca. Se echó el arma a los ojos, y le gritó ¡loco! y le clavó una bala entre los ojos...Toda la marisma se llenó de gritos, de vuelos y de carreras de animales sorprendidos... Gritó don Francisco de Goya ante la patética aparición de la duquesa en lágrimas llevando en sus brazos el cuerpo sangrante de su lulú moribundo... Fue entonces cuando el loco notó que se le abrían las alas y que por fin sobrevolaba la marisma, que era pájaro y nube y luego sol, como una estrella... Cada vez más alto, más águila, más halcón peregrino...

El bandido cruel y traicionero, después de mirarle a los ojos, huyó de la marisma clavando en la piel del caballo su espuela asesina y dorada...


José ASENJO SEDANO


Cuento escrito por su autor el año 1989, publicado en el libro "Cuentos de exilio", Colección Alhucema, ALMERÍA, 1995. Publicado también en otras colecciones, revisado para esta ocasión.




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